Antonio Ruiz, el caraqueño de los 70.000 disfraces, sufre el Carnaval: "A los 81 años, mantiene una colección que estima en decenas de miles de disfraces de Carnaval. Pero cada vez menos gente parece dispuesta a alquilarlos."
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Antonio Ruiz, el caraqueño de los 70.000 disfraces, sufre el Carnaval
Juan Paullier
BBC Mundo, Caracas
Entrar al taller de Antonio Ruiz en la zona de Sabana Grande en Caracas es ingresar a un mundo de fantasía. Astronautas, brujas, conejos, monjes, soldados romanos, odaliscas, gitanos y claro… Simón Bolívar. En este lugar hay unos 70.000 disfraces. O al menos eso cree.
Pero este Carnaval, Ruiz –de 81 años– no tiene muchos motivos para celebrar. Es que a pesar de que es la época por excelencia para disfrazarse, la crisis y los cambios culturales parecen afectar el negocio.
"Antes la gente ganaba más dinero, esto estaba más estable, ahora como hay tanto lío... no es como antes. Igual nos defendemos bien", le dice a BBC Mundo.
"Antes había un cumpleaños y se organizaba una fiesta de disfraces. Eso ya no pasa. La gente sale menos, se acabó lo de las carrozas, antes recorríamos el país con los teatros, ya no. La gente se disfraza menos. En Carnaval no se alquilan tanto, la gente se va a la playa", agrega.
Su asistente, Francisco Álvarez, dice que ahora las personas se conforman con una peluca, una máscara o un sombrero de bruja.
Antes había un cumpleaños y se organizaba una fiesta de disfraces. Eso ya no pasa. La gente sale menos… se acabó lo de las carrozas, antes recorríamos el país con los teatros, ya no. La gente se disfraza menos. En Carnaval no se alquilan tanto, la gente se va a la playa
Antonio Ruiz
"Duele tanto trabajo, tanto que se esmera uno por eso… y después uno dice, tanto trabajo y ve todos los disfraces ahí. Tu obra, tu trabajo no es recompensado como debería ser", dice Álvarez mientras observa a Ruiz, quien fija la mirada en un disfraz de bailaora flamenca.
Es apenas uno de los miles que se agolpan en el taller, un reducido espacio compuesto de varias salas y estrechos corredores. Un lugar donde literalmente es imposible no chocarse con un disfraz.
Ruiz cree que en total hay unos 70.000 trajes y disfraces, pero ni él está seguro.
La última vez que los empezaron a contar eran tantos que cuando llegaron a 70.000, se hartó y paró. "'Yo ya no quiero más. Si ustedes quieren, sigan contando'. Ya estaba aburrido de tanta ropa", recuerda.
Veinticinco años después, muchos se echaron a perder y otros tantos fueron confeccionados. La cifra es incierta, pero no se cansa de verlos.
De las tablas al hilo
Su pasión nació casi por necesidad. Era 1954 y la calle Corrientes de Buenos Aires recibía una presentación de la compañía teatral que integraba Ruiz, quien a lo largo de su carrera se dedicó al canto lírico y también a la zarzuela y el flamenco.
"Teníamos que debutar y resulta que no teníamos ropa y a las chicas había que vestirlas. Entonces le pedí a mi hermana que me mandara dos trajes, los deshicimos y con eso hicimos todo el vestuario. Esa fue la primera vez que hice un traje", recuerda.
Años después, este catalán que escapó de la Guerra Civil española y luego debió huir de Francia por la Segunda Guerra Mundial, recalaría en el tercer país de América Latina que lo recibió tras Brasil y Uruguay.
En Venezuela, se presentaba en diversas obras, pero el tiempo sobraba y lo aprovechó.
"Como me aburría mucho entonces iba a la sastrería del Teatro Nacional y ayudaba a la señora que estaba cosiendo. Y ahí fui aprendiendo", asegura.
"Con los trapos"
En 1982, adquirió la sastrería donde ahora está su taller. Y ya nunca más se separó de sus trajes.
Está tan acostumbrado a vivir entre disfraces, que cuando sale de su taller o del país, extraña. No se siente en casa. "Prefiero mejor estar con los trapos".
DISFRACES
· Antonio Ruiz suele hacer unos 10 trajes a la semana. La confección de cada uno le puede llevar entre tres horas y un día.
· Los trajes no están a la venta, sólo se alquilan por 200 bolívares (unos US$ 46).
Ruiz confecciona alrededor de diez disfraces a la semana. Haya demanda o no, porque, como dice, "lo que no se alquila ahora, se alquila mañana".
Y cuenta que los más solicitados por estas fechas son los de monja, monje y pirata. Ruiz prefiere el de odalisca, "es el más atractivo".
En su taller hay de todo, pero él aclara que si viene alguien y no encuentra lo que quiere, se le hace sin problema. No importa el día ni la hora. "Si usted llama y estoy, se lo hago".
Es que a los 81 años Ruiz no tiene pensado parar: "En cuanto pare es que estoy muerto ya".
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