REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
PRENSA DIGITAL NOTIC-VOZ "EL CAJIGALENCE"
Recolectando, Sintetizando, Jerarquizando y Publicando Información de fuentes Seguras y Por Tanto Verificables, Relativo a la Actualidad.
"Editor: Roberto Romero"
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"Amig@s usuarios visítenos"
JUGAR EN LA POLÍTICAJOSE ISIDRO CORDEROventanapan2@yahoo.com
Como lo relatan algunos científicos dedicados al estudio de la conducta del venezolano en sus relaciones vivenciales cotidianas, existe en el él una marcada tendencia al juego que se evidencia en la inclinación a buscarle a toda actividad la posibilidad de un factor de apuestas. La característica más resaltante en esa tendencia al juego, es la pretensión de tener siempre un favorito que puede traducirse en la mejor carta, los dados cargados, el gallo arreglado, el caballo mejor traqueado, siempre se plantea buscar el rincón de las ventajas, lo que supone una especial concentración para percibir las cualidades oponentes y las posibilidades de reducirlas hasta el fracaso. Sin embargo, lograr ese éxito tiene demasiados contratiempos por algo muy sencillo, el juego, aunque algunos jugadores traten de ocultarlo o evitar, en lo posible, de que se visualice en ellos, es un desbordamiento de emociones y pasiones que llevan, irremediablemente, a actuaciones irreflexivas, obviar los riesgos de una apuesta sobre la base de que todo está bajo control. Uno de los científicos de mayor solidez en el estudio de la antropología cultural del venezolano, Rafael Carías, quien fuera profesor de esa disciplina en la Universidad de Carabobo, expresa en su obra: “Quiénes somos los Venezolanos”, que la ilusión aportada por el juego, en la posibilidad de hacerse rico sin hacer nada, gracias a un regalo de la suerte –y digo yo, de la viveza criolla-, está firmemente arraigada en la historia social y política de Venezuela.Precisamente, desde hace varias décadas atrás, los venezolanos vienen concibiendo a la política -¡Algo tan serio!- como una actividad propensa a ser sometida a las condiciones del juego; es decir, una actividad sobre la cual se pueden hacer apuestas irreflexivas bajo condición de que se tiene la certeza de ganar ya que se cuenta con el favorito, que traducido podría ser, que se cuenta con el más simpático, el que más abraza viejitas y más besa niños aun con cara embadurnadas. Si la política se asume como un ejercicio impulsado por las emociones, como es en concreto el impulso al juego, la adversidad de los resultados puede estar presente en todo momento, porque cuando se asume la política bajo la perspectiva del juego y se apuesta espoleados por la pasión y la emoción –allí el juego tiene cierta variación-, ganar puede ser frustrante; ganar puede sólo proporcionarnos una euforia pasajera, propensa a marcarnos con una desilusión.No es que dejemos la pasión por la política, al contrario debemos ponerle pasión a la política, sino que evitemos que la pasión, la emoción, ciegue o elimine la capacidad de reflexionar el acto de acción política, especialmente en el momento en que vayamos a ejercerla para determinar en manos de quién ponemos el destino de la República para que la Nación transite, sin contratiempos, los caminos hacia el logro de sus excelsos intereses.
Titulares Notic-Voz
"Google adquiere Blogger.Blogger ha firmado un acuerdo definitivo para ser adquirida por Google, la compañía de búsqueda en Internet. Esta es una noticia apasionante no sólo para todos nosotros en el equipo de Blogger, pero para nuestros usuarios, nuestros socios, y lo más importante - la propia blogosfera. (Ver mas) .3.04.11
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Como lo relatan algunos científicos dedicados al estudio de la conducta del venezolano en sus relaciones vivenciales cotidianas, existe en el él una marcada tendencia al juego que se evidencia en la inclinación a buscarle a toda actividad la posibilidad de un factor de apuestas. La característica más resaltante en esa tendencia al juego, es la pretensión de tener siempre un favorito que puede traducirse en la mejor carta, los dados cargados, el gallo arreglado, el caballo mejor traqueado, siempre se plantea buscar el rincón de las ventajas, lo que supone una especial concentración para percibir las cualidades oponentes y las posibilidades de reducirlas hasta el fracaso. Sin embargo, lograr ese éxito tiene demasiados contratiempos por algo muy sencillo, el juego, aunque algunos jugadores traten de ocultarlo o evitar, en lo posible, de que se visualice en ellos, es un desbordamiento de emociones y pasiones que llevan, irremediablemente, a actuaciones irreflexivas, obviar los riesgos de una apuesta sobre la base de que todo está bajo control. Uno de los científicos de mayor solidez en el estudio de la antropología cultural del venezolano, Rafael Carías, quien fuera profesor de esa disciplina en la Universidad de Carabobo, expresa en su obra: “Quiénes somos los Venezolanos”, que la ilusión aportada por el juego, en la posibilidad de hacerse rico sin hacer nada, gracias a un regalo de la suerte –y digo yo, de la viveza criolla-, está firmemente arraigada en la historia social y política de Venezuela.Precisamente, desde hace varias décadas atrás, los venezolanos vienen concibiendo a la política -¡Algo tan serio!- como una actividad propensa a ser sometida a las condiciones del juego; es decir, una actividad sobre la cual se pueden hacer apuestas irreflexivas bajo condición de que se tiene la certeza de ganar ya que se cuenta con el favorito, que traducido podría ser, que se cuenta con el más simpático, el que más abraza viejitas y más besa niños aun con cara embadurnadas. Si la política se asume como un ejercicio impulsado por las emociones, como es en concreto el impulso al juego, la adversidad de los resultados puede estar presente en todo momento, porque cuando se asume la política bajo la perspectiva del juego y se apuesta espoleados por la pasión y la emoción –allí el juego tiene cierta variación-, ganar puede ser frustrante; ganar puede sólo proporcionarnos una euforia pasajera, propensa a marcarnos con una desilusión.No es que dejemos la pasión por la política, al contrario debemos ponerle pasión a la política, sino que evitemos que la pasión, la emoción, ciegue o elimine la capacidad de reflexionar el acto de acción política, especialmente en el momento en que vayamos a ejercerla para determinar en manos de quién ponemos el destino de la República para que la Nación transite, sin contratiempos, los caminos hacia el logro de sus excelsos intereses.
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JOSE ISIDRO CORDERO
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Como lo relatan algunos científicos dedicados al estudio de la conducta del venezolano en sus relaciones vivenciales cotidianas, existe en el él una marcada tendencia al juego que se evidencia en la inclinación a buscarle a toda actividad la posibilidad de un factor de apuestas. La característica más resaltante en esa tendencia al juego, es la pretensión de tener siempre un favorito que puede traducirse en la mejor carta, los dados cargados, el gallo arreglado, el caballo mejor traqueado, siempre se plantea buscar el rincón de las ventajas, lo que supone una especial concentración para percibir las cualidades oponentes y las posibilidades de reducirlas hasta el fracaso. Sin embargo, lograr ese éxito tiene demasiados contratiempos por algo muy sencillo, el juego, aunque algunos jugadores traten de ocultarlo o evitar, en lo posible, de que se visualice en ellos, es un desbordamiento de emociones y pasiones que llevan, irremediablemente, a actuaciones irreflexivas, obviar los riesgos de una apuesta sobre la base de que todo está bajo control. Uno de los científicos de mayor solidez en el estudio de la antropología cultural del venezolano, Rafael Carías, quien fuera profesor de esa disciplina en la Universidad de Carabobo, expresa en su obra: “Quiénes somos los Venezolanos”, que la ilusión aportada por el juego, en la posibilidad de hacerse rico sin hacer nada, gracias a un regalo de la suerte –y digo yo, de la viveza criolla-, está firmemente arraigada en la historia social y política de Venezuela.
Precisamente, desde hace varias décadas atrás, los venezolanos vienen concibiendo a la política -¡Algo tan serio!- como una actividad propensa a ser sometida a las condiciones del juego; es decir, una actividad sobre la cual se pueden hacer apuestas irreflexivas bajo condición de que se tiene la certeza de ganar ya que se cuenta con el favorito, que traducido podría ser, que se cuenta con el más simpático, el que más abraza viejitas y más besa niños aun con cara embadurnadas. Si la política se asume como un ejercicio impulsado por las emociones, como es en concreto el impulso al juego, la adversidad de los resultados puede estar presente en todo momento, porque cuando se asume la política bajo la perspectiva del juego y se apuesta espoleados por la pasión y la emoción –allí el juego tiene cierta variación-, ganar puede ser frustrante; ganar puede sólo proporcionarnos una euforia pasajera, propensa a marcarnos con una desilusión.
No es que dejemos la pasión por la política, al contrario debemos ponerle pasión a la política, sino que evitemos que la pasión, la emoción, ciegue o elimine la capacidad de reflexionar el acto de acción política, especialmente en el momento en que vayamos a ejercerla para determinar en manos de quién ponemos el destino de la República para que la Nación transite, sin contratiempos, los caminos hacia el logro de sus excelsos intereses.
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