Editor. Roberto Romero |
11-06-2015
A
la luz del perdón que Cristo nos ha ofrecido y su provisión de todos sus
recursos y cualidades para nosotros en el presente, ¿qué deberíamos creer
entonces acerca de los días que vendrán?
Blaise
Pascal fue inventor, matemático, físico y escritor teológico en la década de
1600. A mitad de la década, escribió Pénsees. Contenido en este escrito, que
irónicamente no fue publicado de manera formal hasta después de su muerte, se
hallaba un argumento apologético que llegó a ser conocido como «La apuesta de
Pascal». La base de este pensamiento tenía que ver con una apuesta humana con
respecto a la eternidad.
«Dios
es o no es». Sin embargo, ¿de qué lado deberíamos inclinarnos? La razón no
puede decidir nada aquí. Existe un caos infinito, el cual nos ha separado. Se
está jugando un juego en el extremo de esta infinita distancia en el que
aparecerá la cara o la cruz [...] ¿Cuál escogeremos entonces? Veamos. Ya que
debemos escoger, veamos qué nos interesa menos. Tenemos dos cosas que perder,
lo verdadero y lo bueno; y dos cosas en juego, la razón y la voluntad, el
conocimiento y la felicidad; y nuestra naturaleza tiene dos cosas que evitar,
el terror y la desgracia. La razón no está más impactada por escoger una en
lugar de la otra, ya que por necesidad hay que escoger [...] No obstante, ¿qué
tal la felicidad? Sopesemos la ganancia y la pérdida al apostar a que Dios es
[...] Si ganamos, lo ganamos todo; si perdemos, no perdemos nada. Apostemos,
entonces, sin duda alguna a que él es.
Cuando
ciencia y teología colisionaron en su corazón, Pascal llegó a la conclusión de
que la creencia en un Dios que afirma haber proporcionado vida por la eternidad
constituye una existencia potencialmente más feliz que no creer en él. Las
consecuencias de no creer superan por mucho a las de creer. Él también afirma
que cada persona viviente debe hacer esta apuesta, la cual afectará al modo en
que vive y lo que decida.
El
cristiano está al otro lado de este dilema del alma, queriendo ahora edificar
el reino de Dios para el tiempo pasado en la eternidad, al igual que preparar a
otros para el regreso de Cristo.
La
creencia central acerca de nuestro futuro y la eternidad consiste en que cuando
morimos nuestro cuerpo regresa a la tierra, pero nuestro espíritu sigue
viviendo. Esos espíritus van a uno de dos lugares: el cielo o el infierno.
Aunque
soy pastor, sinceramente no me gusta la parte acerca del infierno. Nunca me ha
gustado, y nunca me gustará. Mi tarea, e incluso el modo en que otros nos
perciben como pastores, sería más fácil si este no fuera una parte del mensaje
del evangelio. Sin embargo, como mismo hablamos antes acerca de la Biblia,
tenemos que tomar la verdad de Dios como una obra total y aceptar incluso las
áreas que no nos gustan o que desearíamos que no estuvieran ahí. Desde luego,
quienes han recibido la oferta de salvación de Cristo por gracia ya no
necesitan preocuparse por este asunto, porque él ha quitado este temor de
nuestro futuro.
Permite
que haga hincapié en un punto importante aquí: cuando morimos y pasamos a la
eternidad, ese momento no es el final, como muchos tienden a creer.
Jesucristo va a regresar a la tierra, y su prime- ra tarea será juzgar a la
humanidad. Cuando Jesús regrese, enderezará todas las cosas y todo estará bajo
la autoridad de su justicia. Él lanzará a Satanás y sus seguidores, junto con
el pecado y la muerte, al lago de fuego. Los seguidores de Cristo recibirán
entonces un cuerpo imperecedero y resucitado, como el que Cristo tiene ahora.
Jesús y su pueblo en ese momento residirán en una nueva tierra rodeada por un
nuevo cielo. Para el cristiano, este es el futuro. Cuando decimos: «Lo mejor
está aún por llegar»… ¡podemos afirmarlo con confianza!
Extracto
del libro Pensar, Actuar y Ser como Jesús de Randy Fraze
Editor: Teólogo-Ingeniero Informatico: Roberto Romero
Prensa Digital Notic Voz el Cajigalense; Yaguaraparo, Municipio Cajigal, Estado Sucre, Venezuela.
Dirección Internet: http://robertoromeropereira.blogspot.com/
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