Por César Noragueda el 15 de abril de 2015, 10:40
He aquí una lista de algunas de
las afirmaciones erróneas contra el software libre y una humilde refutación.
Cualquiera podría pensar que la
capacidad del software libre para fomentar el desarrollo tecnológico y humano
con el trabajo compartido, las revisiones y los ajustes en los que colaboran
muchas personas de todo el mundo y, faltaría más, la posibilidad de acceder a
ello fácilmente sería algo que encantaría a todos. Pero esta vida es una
sorpresa detrás de otra, y resulta que el software libre también tiene sus
detractores con cosas que decir. Veamos cuáles son.
“El software libre es una chapuza
porque lo toquetean demasiadas manos. Nada como los sistemas operativos y
programas de las compañías serias”. Nadie pone en duda que los desarrolladores
de las empresas que proporcionan software privativo puedan ser profesionales
como la copa de un pino, pero no tienen por qué serlo más que aquellos
programadores que han decidido centrar su actividad en el software libre con la
misma formación y experiencia. Además, por el propio medio de desarrollo de
software privativo, las mejoras y avances son menores y mucho más lentos: no es
lo mismo facilitar el acceso ilimitado al software, que la dinámica de desarrollo
se acelere de forma exponencial y nunca pare, como ocurre con el software
libre, que permitir que lo manipule un número reducido de empleados,
ocultándolo celosamente a la competencia, que se testee de forma generalizada
cuando salga al mercado y que, pasado un tiempo, sólo esos mismos empleados
decidan qué modificaciones llevar a cabo y cuáles no en la versión siguiente.
Tropecientas cabezas desarrollan más y mejor que unas cuantas.
“El software libre es gratis y no
genera movimiento económico”. No tiene por qué ser así: no hay ningún problema
en que uno desarrolle sistemas, programas o aplicaciones de software libre y
decida venderlos. Puede cobrar perfectamente por la distribución, los manuales
de uso y el soporte. Lo único que ocurre es que todo el código desarrollado ha
de ser público, al contrario que en el software privativo, del que solamente se
publican archivos ejecutables.
“El software libre no es apto
para sistemas críticos porque no es seguro”. De nuevo, el sinsentido de creer
que esta tecnología es peor que la privativa por prejuicios absurdos: que el
código del software esté disponible para cualquiera que desee analizarlo y
modificarlo no implica que los sistemas y programas que se desarrollen sean
menos seguros, y se puede comprobar fácilmente. Lo que en verdad no es posible
es verificar que cualquier software privativo sea seguro antes de ser
comercializado, pues su propia esencia impide tal verificación.
“El software libre es la muerte
para las pequeñas empresas desarrolladoras”. De ninguna manera: el 90% del
software libre que se desarrolla en el mundo es hecho por encargo, es decir,
por personas y empresas que viven de ello. Y esta tecnología no la podrían usar
las grandes compañías si se pasaran a ella para eliminar a la pequeña competencia:
no es lo mismo software libre que gratuito, y es lo gratuito lo que quizá
podría barrer a los competidores.
“Patentar códigos fuente
modificados es posible por culpa del software libre”. La existencia de esta
tecnología no tiene relación alguna con las características de las leyes que
regulen las patentes de software y su laxitud o dureza y la posibilidad de
vacíos o paraguas legales en determinada jurisdicción para prácticas nocivas.
“El software libre es malo para
el desarrollo del mercado tecnológico”. Si hemos dicho que tropecientas cabezas
desarrollan más y mejor que unas cuantas y que los programadores pueden vivir
de ello, es obvio que el mercado se fortalecería con la comercialización
extensiva de software libre.
“Las regulaciones legales en
favor del uso de software libre en la Administración pública y los centros de
enseñanza son injustas. La implantación de este software o el privativo debería
decidirse en base a la libre competencia”. En primer lugar, la libre
competencia funciona en las transacciones del sector privado, no en el
ejercicio de las instituciones estatales, y dado que la Administración, si
acaso, es el cliente que contrata los servicios tecnológicos, ya en libre
competencia tiene todo el derecho a escoger en favor del software no privativo.
Además, los intereses principales de la Administración pública son la
eficiencia y la moderación en el uso presupuestario, por lo que le favorece más
el software libre con el ahorro en licencias y demás.
Llama la atención que muchas
personas que se autodenominan liberales en economía detesten las posibilidades
del software libre, ya no sólo por el propio concepto y la etimología, sino
también porque apoyan los intentos de controlar el mercado tecnológico en
beneficio del software privativo, incluso con falacias contra el software
libre. Pero el auge de este último parece imparable, así que quizá sea mejor
que se vayan acostumbrando.
Editor: Teólogo-Ingeniero Informatico: Roberto Romero
Prensa Digital Notic Voz el Cajigalense; Yaguaraparo, Municipio Cajigal, Estado Sucre, Venezuela.
Dirección Internet: http://robertoromeropereira.blogspot.com/
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