Roberto Romero |
Ésta es una frase que se oye a
menudo para señalar el respeto que debemos mostrar a nuestros pastores y la
obediencia incondicional que debemos brindarles. Si es cierto que el pastor ha
sido ungido por Dios para el ministerio, este texto bíblico significa que los
pastores son literalmente intocables. Oponernos a ellos, o criticarlos, viene a
ser entonces un pecado muy grave, y someternos a ellos la única actitud
legítima. Y lo que vale para pastores, vale también para otros líderes,
especialmente profetas. Si son ungidos de Dios, ¿quién se atrevería a tocarlos?
¿Pero será eso lo que significa
esta frase bíblicamente? Para interpretarla bien, tenemos que “escudriñar las
Escrituras” con lupa para entender correctamente su sentido y no
malinterpretarla.
Todos sabemos que “un texto sin
su contexto es un pretexto”, es un texto que se está manipulando con otros
fines que una genuina fidelidad a la Palabra de Dios. Tal es el caso con esta
frase, que viene de una historia muy interesante. El joven David era un fugitivo
del rey Saúl, quien lo buscaba para matarlo. En cierto momento, Saúl se durmió
en una cueva sin saber que más adentro estaba David con sus hombres (I Sam
24:3). ¡Toda una oportunidad dorada que Dios le está dando a David! Sus
hombres, muy espiritualmente, le dijeron a David que ése era el día que Dios le
había prometido cuando dijo, “He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y
harás con él como te pareciere”.
Pero sorprendentemente, David no
mató al dormido Rey sino sólo “calladamente cortó la orilla del manto” de Saul
para mostrar que le había salvado la vida a su propio enemigo. Entonces David
dijo a sus hombres, “Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el
ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque él es el ungido de
Jehová” (I Sam 24:6,10). Más adelante, cuando le llega otra oportunidad de
matar a Saúl, David dice, “¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová
y será inocente?” (26:9,11,16,23; II Samuel 1:14; los reyes de Israel no fueron
coronados sino ungidos, por lo que se conocían como ungidos).
Entonces, ¿qué significa esta frase
para nosotros hoy? ¡Muy sencillo! Los
cristianos no debemos “echar mano” físicamente a nuestros pastores, mucho menos
matarlos. Sacarle más que eso de la frase, es manipular el texto y abusar de la
Palabra de Dios.
La misma frase aparece en Salmo
105:15: “No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagaís mal a mis profetas”. Aquí
se refiere a los profetas y se prohibe hacerles violencia física. Los
verdaderos profetas no eran nada populares con los poderosos, porque su mensaje
era duro, y muchos murieron violentamente (cf. I Reyes 19:10,14). Por eso Jesús
denunció a los líderes judíos como “hijos de aquellos que mataron a los
profetas” (Mat 23:31), y exclamó, “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas y apedreas a los que te son enviados” (23:37). A los perseguidos por
causa del evangelio, Jesús les acordó que “así persiguieron a los profetas que
fueron antes de vosotros” (Mat. 5:11-12).
Entonces, pues, ¿qué significa esta
frase en Salmo 105:15? ¡Muy sencillo!
Que no debemos hacer violencia física contra los profetas de Dios, mucho
menos matarlos.
Todo esto no tiene que ver con nada
más que la violencia física y para nada prohibe la crítica responsable o el
dudar sanamente de pastores, profetas y otros líderes. No significa en absoluto
que ellos sean intocables, a quienes hemos de rendir una obediencia ciega. No
son Dios, ni dictadores, sino siervos del Señor, del evangelio y del rebaño. La
citada frase sólo se refiere a la violencia física, no a alguna especie de
autoridad al estilo del papa en Roma. Tal clericalismo autoritario es
totalmente anti-bíblico y anti-pastoral. Criticar sanamente a los líderes no es
un pecado sino un deber en Cristo de todo cristiano y cristiana.
De hecho, según el Nuevo
Testamento, todo creyente es un “ungido de Dios”, porque todos tenemos la
unción del Espíritu Santo (I Juan 2:20,27; I Corintios 1:21-22). Precisamente
eso es el sentido del día del Pentecostés. Por eso, Pablo exige que cuando
alguien profetiza en la congregación, “que los demás juzguen” (I Cor 14:29).
También, a los tesalonicenses, con referencia específica al don profético, les
exhorta no apagar al Espíritu ni menospreciar las profecías, pero eso sí,
“Examinadlo todo (¡incluso a los pastores y profetas!) y retened lo bueno” (y
criticar, en amor, lo malo; I Tes 5:19-21).
Editor: Teólogo-Ingeniero Informatico: Roberto Romero
Prensa Digital Notic Voz el Cajigalense; Yaguaraparo, Municipio Cajigal, Estado Sucre, Venezuela.
Dirección Internet: http://robertoromeropereira.blogspot.com/
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