Por. JOSE ISIDRO
CORDERO
VENTANA PANORÁMICA…
¿Será que alguien en Venezuela puede dar una referencia, algo
exacta, de la existencia de Nicolás Maduro, el actual Presidente de la
República, durante sus años de pubertad y adolescencia? Es posible que exista
algún archivo bien conservado. Eso sería una demostración inequívoca de la
máxima empleada por los comunicadores sociales de que “cada persona es una
noticia en potencia”, sólo hay que esperar las condiciones precisas en que debe
salir a impactar a la opinión pública. La historia nos señala casos en los que
figuras no percibidas en su trayecto, de sopetón, aparecen sobre el estrado de
la popularidad; uno de los casos más emblemáticos es el de Jesús de Nazaret:
todavía los eruditos se preguntan acerca de la vida de Jesús antes de aparecer
en las riveras del Mar de Galilea expandiendo sus enseñanzas.
Tres políticos zamarros, que han tenido una habilidad
excepcional para pasar agachados y alcanzar con éxito sus objetivos, he
conocido: uno, por testimonio histórico, Juan Vicente Gómez, y dos por
experiencia vivencial: Luis Herrera Campins y Nicolás Maduro. Gómez soportó
estoicamente todas las envestidas del entorno que rodeaba a Cipriano Castro,
supo aceptar hasta el cognomento de “capa gato”, hasta que le llegó el momento.
Luis Herrera, dentro de Copei, supo mantenerse bajo la lámina de zinc hasta que
pasara el chaparrón que significaba, en ese partido y en amplios sectores de la
sociedad venezolana, el liderazgo de Rafael Caldera, hasta que pudo alzar la
cabeza y ver que le llegaba su turno. Maduro, el más sagaz en pasar agachado.
Dentro de ese mundo bullicioso del chavismo, donde pululan las más variadas
especies cargadas de ambiciones, donde las zancadillas y la construcción de
obstáculos forman parte esencial de la metodología de acción; Maduro, un hombre
no perteneciente al cenáculo de los consagrados al golpismo, logra sus
objetivos pasando agachadito. Cuando en sus tiempos de Canciller y acompañaba
al Presidente Chávez en giras al extranjero, de él se decía, al verlo parado
como una estatua detrás de aquél en actos protocolares: “¡Ese hombre no parece
ser el Canciller!” Porque, ni bostezaba ni reflejaba síntomas de cansancio. En
los momentos de la enfermedad de Chávez, Maduro siempre parado a las puertas
del hospital; allí, aguantando sol y sereno, en vigilia permanente, y la gente
decía: “¡Pero qué hombre tan estúpido, pareciera que es el único que ama a
Chávez!” Tal vez, pero esa especie de sumisión le permitió tomar la batuta.
Los tres, todos bigotudos, llegaron a la presidencia de la
República. No postulo que sea una ley, pero eso de pasar agachado en ciertas
ocasiones como que da buenos dividendos. La historia universal relata (según
Robert Graves, en su obra: “Claudio, el Dios”) que en la Roma Imperial, donde
los parientes de la casta real se caían a dentelladas por hacerse del poder,
quien luego llegó a ser el Emperador Nerón, supo mantenerse, hasta llegar al
trono y sin que le picara ni coquito, gracias a la estratagema de hacerse el
tullido, el tartamudo y tonto de la familia, de manera que no levantaba
sospechas de tener garras ni audacia para el mando. Desde luego, estimo que muy
lejos está Nicolás Maduro de tener una personalidad como la de Nerón, pero sí
que ahora trabaja empleando un nuevo esquema de agachaito para quedarse seis
años en el poder. Si lo logra, entonces se pondría a mirar la dirección del
viento para ver si puede ir a más.
Editor: Teólogo-Informático Roberto Romero
Prensa Digital Notic Voz el Cajigalense; Yaguaraparo, Municipio Cajigal, Estado Sucre, Venezuela.
Dirección Internet: http://robertoromeropereira.blogspot.com/
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